Discriminación en Puebla: La otra cara de la exclusión y el rechazo basados en apariencias

La discriminación en Puebla: una realidad que persiste en plazas y restaurantes

¿Alguna vez te has sentido rechazado por los trabajadores al entrar a una plaza o restaurante, ya sea por tu forma de vestir o por tu tono de piel? ¿Has notado un trato preferencial hacia aquellos que parecen tener más dinero o tienen la piel más clara? Estos actos discriminatorios, motivados por la percepción subjetiva de las personas, son más comunes de lo que se piensa en Puebla.

Según expertos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y la Universidad Iberoamericana Puebla, estos comportamientos no siempre son perpetrados por individuos adinerados o poderosos, sino también por aquellos que adoptan y replican esta estructura discriminatoria basada en prejuicios sobre superioridad socioeconómica y física.

Plazas comerciales como Angelópolis y Sonata, así como antros, bares y restaurantes en esas zonas, son identificados como espacios donde se presentan estos actos discriminatorios. En su mayoría, los responsables de tales rechazos suelen ser cadeneros, guardias de seguridad u empleados dentro de esos establecimientos.

De acuerdo con datos recopilados por la Encuesta Nacional Sobre Discriminación (ENADIS) del INEGI entre julio del 2021 y septiembre del 2022, Puebla se ubicó como la segunda entidad con mayor índice de población adulta que reportó haber sido víctima de discriminación.

Expertos señalan que estas conductas representan una transformación identitaria donde quienes apoyan a grupos poderosos no solo reproducen estas prácticas discriminatorias sino también las magnifican. Se observa cómo algunos individuos buscan congraciarse con el poder al mostrar actitudes sutilmente excluyentes hacia grupos considerados inferiores.

Estas acciones discriminatorias pueden resultar aún más violentas puesto que implican un proceso internalizado basado en el miedo a no ser aceptado socialmente. Con historias cotidianas como las compartidas por diversos entrevistados - desde sentirse obligados a cambiar su forma de vestir hasta recibir trato despectivo en tiendas exclusivas - queda claro cómo estas experiencias marcan a quienes las viven e influyen negativamente en sus interacciones sociales.

Para revertir esta normalización cultural dañina es necesario abordar estas conductas desde temprana edad e incentivar una educación inclusiva. Ser conscientes del impacto negativo del rechazo social y corregirlo activamente nos acerca a un futuro más igualitario para todos los individuos sin importar su apariencia física o estatus económico.

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